INSPIRACION
Alfred Arteaga
En el film, es ella, la extranjera,
ella que conmueve al protagonista
fingido en la blancura de la luz
y en el negro del infinito también
simplemente a causa de hablar francés.
En la escena que recuerdo, ella para,
espera a las lluvias de guerra, bueno,
metáforas de conflicto y de sangre
pero lluvias todavía, tal como
lluvias son al momento de encontrarse
con un acto de belleza violenta:
el mármol de una mano de una diosa
se compromete bajo la redacción
como la memoria aún persistente.
Es, según el guión improvisado,
la belleza que demora y no la actriz,
es la raza de olas y la de mareas
que simplemente son sus familares,
es el paisaje que es sexo para ella
más que la respiración de las lomas,
los sueños de los impasibles robles.
Pero en la tarde, afuera en la plaza,
ella está sola y fuera de la imagen,
fuera del montaje y de la historia
envuelta en una sintaxis helada
como si fueran piedras las palabras.
Con eso, la figura de la mujer
conoce ambos la escultura y las lluvias
pero algo de las palabras francesas
ella no sabe nada:
porque reproducida el habla falla
y la respiración da vida a nadie.
Al reconocer el nombre de la actriz
y de la figura que ella simula,
Veronica Karina,
ves por fin las letras F-I-N
que ilusionan el impulso del guión,
allí, lejos en la larga distancia
donde negra está la pantalla gris
y cierras a la vez la última blanca
página del libro, F-I-N .
¿Apagar la luz en ese momento
o esperar un poquito?
Cierras los ojos tal como el libro
y después de haber librado la vista
de todos los trozos blancos y negros
de pantalla y página, luz y papel,
mueves la cabeza a la derecha y ves
el azul cielo desde el avion azul
desde las alturas por la ventana
ves la azulada sangre que flota
encima lo de abajo, casa y plaza,
encima memorias desvanecidas.
A la vez que ves, al mismo instante
dos mariposas llegan a tu cama
por fin llegan a las manos que apenas
dejan caer un libro desde el cielo.
Respiras sobre las frágiles alas,
a la cama te caes y se te ocurre
que los sueños no han sido los efectos
de muerte ni las causas de belleza.
Traes en la mano, musa,
las alas azules de haber vivido
bajo un cielo que no está hecho de imagen
cuando respiras tu respiro encima.